El año bobo

A la espera de lo que, en materia boba, pueda depararnos el 2023, es hora de repasar la tragedia de lo vivido durante el año que, por fin, muere. Rico en ataques sinceros de estulticia, el tiempo perdido no merecería ser buscado ni por el más recalcitrante proustiano. Así, mi tarea hoy, en esta columna que ustedes leen, sería solo la de un forense. Un informe destinado, ojalá, al pronto olvido. Por un asunto de salud personal y nacional. No se dejen llevar por el espíritu del historiador, tan deprimente, y vivan el año nuevo despojados de toda la roña intelectual que se enganchó al debate patrio durante los últimos doce meses. Hay que hallar la victoria libres de los cenizos, de quienes con tanto ahínco sembraron el ambiente general de mal rollo, una especie de anacronismo comunista con pintas neojipis.

Veamos, la lista de zombies es harto alargada, son seres que han hecho ya carrera, incluso algunos hasta la de San Jerónimo, con su poltrona y paga de casta. Solo que, y a pesar de nuestra ingenuidad, el cargo no estiliza, no educa, y el asno no muta en bello corcel de fino trote. Por ejemplo, la profesionalización de Gabriel Rufián resulta encantadora. Lo enviaron a Madrid como carnaza charnega unos burgueses catalanes con chalé en La Cerdaña. Y el hombre no ha podido mostrarse más agradecido a sus amos. Ha cumplido con nota la misión, ese macarrismo deudor de la vieja tradición lerrouxista, matonismo en Cortes. Se podría recordar asimismo al argentino Pablo Echenique, deidad de la incoherencia y ángel negro de la demagogia. Defensor de las causas justas, envenenaba la sala y las redes con mensajes de una justicia social que él mismo traicionaba, aquel episodio de no tener dada de alta a la asistenta, defraudando a una Seguridad Social tan amada por él. No digamos las aportaciones a la causa de la podredumbre política del ínclito Juan Carlos Monedero, chavista de pro a sueldo. Como, de igual modo, las chispeantes apariciones del expresidente Rodríguez Zapatero, genial títere internacional de las nuevas autocracias hispanoamericanas. Pero el capítulo del mujerío “empoderado” ha sido lo más glorioso del año, sin duda. La ministra Irene Montero, azote del feminismo, ha conseguido erigirse en el personaje (o “personaja”, no seamos fascistas) del año, en franca competencia, eso sí, con Yolanda Díaz. Veamos. La primera, madre de tres retoños tres con el huido a Barcelona Pablo Iglesias, ha logrado dar lustre al debate sobre la pederastia (caray, debatir sobre esa lacra) y, cómo no, elaborar una ley que desprotege a las maltratadas y beneficia penalmente a los maltratadores. Parecía difícil, pero lo ha conseguido. Y todo en nombre de la “igualdad”. Yolanda, prologuista de Marx, nos ha regalado estos meses una enciclopedia de la nadería dialéctica, un compendio de frases larguísimas y sin sentido. Su verborrea de Comité Central sesentayochista, sin embargo, se queda ahí, es mucho más inocua en realidad que las actividades parlamentarias de Irene. Díaz tiene ocurrencias, marea a sectores como el de la alimentación con iniciativas y reuniones aburridas y que no sirven para nada. Su aportación al envilecimiento nacional tiene mucho de empalagoso vodevil. Me dejo en estas letras a muchos otros habitantes del fango público. Sin embargo, y como escribía al inicio, les transmito a ustedes el deseo de una limpieza general, de un olvido lapidario de esta ralea de indómitos bobos que no debiera ya merecer nuestra más mínima atención. Feliz año nuevo, no dejen de amar, hacer buenas obras, beber vino y ser felices.

No son demócratas

(Publicado en El Español, 10/12/2022)

En apenas un puñado de horas, dos acontecimientos de relevancia se produjeron en Hispanoamérica. Y ambos tienen mucho que ver con ese ente disoluto en que se ha convertido la izquierda, si es que, en realidad, se trata de una conversión en lugar de una característica biológica de la criatura.

Por una parte, la vicepresidenta argentina Cristina Fernández, viuda del mandatario Néstor Kirchner, fue condenada a seis años de prisión e inhabilitación perpetua por fraude a la administración pública. Por robo peronista, dicho en lenguaje político. Se estima que, mediante una trama, sustrajo al erario unos 480 millones de euros (al cambio actual), aunque en Argentina se fabula en los cafés y mercados sobre la cifra real, las típicas elucubraciones callejeras de gracia balompédica. La cosa cándida de la sentencia es que la corrupta y sus amigos tendrán que devolver el parné. En cuanto a la inhabilitación vitalicia de la señora, tampoco atemos muchas seguridades, a la vista del gusto último de la izquierda americana por los «golpecitos democráticos».

Mientras esto ocurría por Río de la Plata, en el oeste andino el presidente Pedro Castillo se calaba un sombrero chotano y daba un golpe de Estado. La tradición erótica del ordeno y mando es larga a ambos lados del océano, podría ser una de las profundas herencias que dejamos allá los españoles, sin duda no la mejor. Pero al golpista peruano, atenazado por corrupción (otra familiaridad hispana), se le torció el asunto porque el Estado se puso legalista y, con el apoyo de la Cámara y del Ejército, la policía anticorrupción se lo llevó detenido al cabo de, solamente, dos horas de la ocurrencia. Así, el antiguo maestro rural, candidato por el partido marxista Perú Libre y llegado a la presidencia por esos azares de la historia, fue conducido al penal de Barbadillo, donde compartirá muros y barrotes con su excelencia Alberto Fujimori, quien cumple condena por rebelión. Naturalmente, y siguiendo el ejemplo de otros sátrapas que ascendieron al poder por vías democráticas, el plan de Castillo contemplaba una nueva Constitución a medida.

Al fin, pues, una semana de buenas noticias, pues ni se jodió el Perú ni, según parece, Cristina Fernández podrá optar a la presidencia en los próximos comicios, como era su intención.

El affaire Kirchner ha despertado en la izquierda española reacciones más sentidas que hacia el peruano. Ya han salido en tromba tuitera los habituales propagandistas bolivarianos, como el incansable Juan Carlos Monedero, que se expresaba así: «jueces sinvergüenzas que le afinan a la derecha argentina lo que no le dieron las urnas». Podemos&Co están en la hipótesis del «lawfare», que más o menos sería la «judicialización» de la política en favor de una oligarquía económica. ¿Les suena esto? A mí mucho, concretamente al argumentario defensor del golpe catalán, al que se apuntó toda la izquierda hasta el PSC. En el fondo, y es lo grave, el lodo se asienta sobre la idea de que cuando un político (de la cuerda, claro) delinque y se le juzga en los tribunales, hay detrás una trama podrida. Al fin, la pretensión es quebrar el Estado de derecho. Los jueces serían, hoy, la última resistencia a la implantación de regímenes comunistoides.

Decía lo de las reacciones sentidas hacia Cristina, pobre Cristina. Yolanda Díaz y, cómo no, José Luis Rodríguez Zapatero acudirán a una reunión que se ha convertido ya en un sarao de apoyo a la corrupta argentina. El discurso se repite como un mantra: «un juicio político orquestado por la derecha con operadores de la Justicia y medios de comunicación para sacar [a la señora condenada] del debate democrático», según los organizadores del evento (Grupo de Puebla). Este es un lobby populista, una iglesia devota de algunos autócratas hispanoamericanos fundada por nuestro expresidente socialista, convertido en atleta blanqueador de dictaduras de aquel continente. Todavía se hace extraño, incluso conmovedor, oír hoy voces lamentosas en recuerdo de no sé qué PSOE que pudo existir, si existió, en un pasado legendario, el del purgado Joaquín Leguina, al caso. Allí van Yolanda y José Luis a defender a una delincuente probada. Uno imagina la conversación en el avión, cruzando el ancho mar, dejando su huella de carbono,tejiendo complicidades, imaginando una América roja y sin separación de poderes. Aunque a veces lo parezcan, no son demócratas.

Breve diccionario podemita

Publicado en El Español, 23/11/2022

A la espera de la próxima purga, de la última batalla por quíteme ahí un trans, un gato con más derechos que un ser humano o un maltratador de mujeres libre de prisión, recogemos aquí un breve vocabulario podemita. Se trata de vocablos imprescindibles para que el lector curioso obtenga así un preciso conocimiento de aquel mundo nacido (formalmente) en 2014 y que ha enriquecido extraordinariamente el léxico político. Actualizado a día de hoy, no se descartan próximas ediciones ampliadas.

Animalismo. Doctrina exaltada que busca igualar en derechos a todos los animales de la Tierra. Se prevé que en detrimento de los seres humanos, en particular de las mujeres que sean víctimas de maltrato, pues el delito y la pena se verán igualados al caso de maltrato a, pongamos, un gatito.

Ayuso. Musa de la derecha, es un caso freudiano para la izquierda. Centro de todas sus iras, representa en realidad un oscuro deseo, el drama de que esa mujer con desparpajo, formas de barrio madrileño y chupa de cuero no pertenezca al mundo podemita y sí al tenebroso de la derecha.

Derecha. En realidad hablar de la derecha a secas no interesa a Podemos. Sin el adjetivo «ultra» que la preceda la palabra deviene ya tibia, incapaz de tensar el espíritu y los genitales políticos de la militancia.

Escrache. Bonita e inmaculada manera de ejercer la democracia directa. Es decir, impedir que unos fascistas como Begoña Villacís, Álvarez de Toledo o los estudiantes de S’ha Acabat! puedan ofrecer una charla en algún foro. El escrache comenzó como una estrategia leninista de hostigamiento a políticos del Partido Popular, aunque en la actualidad, muy popularizado, incluso se ha extendido a los propios camaradas. La Historia tiene esos giros.

Fascismo. Gracias a la formación fundada por Pablo Iglesias, el fascismo ha salido de sus catacumbas para volver a campar por todos los rincones de España. El fascismo, como aquél de los años treinta del siglo pasado, es ubicuo. Puede estar dentro de un chuletón de buey, en un chaleco plumífero, en Tamara Falcó o en una anciana a la que han okupado la vivienda.

Feminismo. Última víctima de las ideas y ocurrencias legales podemitas, fue un movimiento de larga tradición que buscaba la igualdad entre hombres y mujeres. Actualmente, se le da ya por prácticamente desaparecido tras los demoledores embates de la ministra Irene Montero.

Franco Bahamonde, Francisco. Militar y dictador español cuyo régimen habría desaparecido tras su muerte y la posterior aprobación de la Ley para la Reforma Política, en 1976. Sin embargo, pasados cuarenta años de democracia, la inteligencia y sagacidad podemita hizo ver a los españoles que seguían viviendo, hipnotizados, bajo la vieja dictadura del general.

Galapagar. Emulación de la dacha que todo capitoste del PCUS poseía en el campo, el matrimonio Iglesias se hizo con este chalet situado a las afueras de Madrid. Dotado de servicio doméstico y protección policial, ha sido el hogar de la pareja y su linaje hasta la reciente huída del hombre a catalanes sitios.

Higiene. Fue durante una sesión parlamentaria cuando el líder morado (en un sentido sólo político, queremos pensar) se presentó desarrapado, con una camisa perceptiblemente sobada y el cabello, digamos, apelmazado. Todo el fascismo se abalanzó sobre él, haciendo alusión a la higiene, o falta de ella. Pero Iglesias marcaba un camino estético y, sobre todo, ético: el jabón y los detergentes son altamente contaminantes y se fabrican quebrantando cualquier principio de ecología y sostenibilidad ambiental. Y, aun así, dicen las malas lenguas que el ambiente en la sala, tras un rato, quedó francamente enrarecido.

Jueces. Pérfido conjunto de señores togados, última resistencia del Fascio del 78 (o Régimen del 78), empeñado en hacer cumplir las leyes malas, o sea, aquellas que no ha elaborado Podemos.

Matria. Penúltimo invento del léxico podemita, se trataría, según palabras de Teresa Rodríguez, «de algo que cuida, que trata por igual a todas las partes, que no discrimina a nadie». «Son los hospitales, son las escuelas, es la ayuda a la dependencia, el apoyo a las familias vulnerables… Esa es la matria». Es decir, y a riesgo de parecer demasiado convencionales, es el Estado con un nuevo nombre más chuli.

Niñes. El mundo entero tembló de emoción al escuchar a Irene Montero pronunciar tal palabro. Fue un momento de enorme transcendencia histórica, de inconmensurable ingenio. Al fin alguien había encontrado un modo de justicia para ese género abstracto que desafía a la biología. La biología, por si no lo saben, también es una cosa fascista, quizás la más fascista de todas. Después de eso, los libros de texto y muchos maestras, maestros y maestres comenzaron a llenar de confusión sexual las cabecitas de los mocosos. Y así andan, pidiendo hormonarse a los diez añitos.

Okupa. Especie de héroe que basa su acción en meterse en casa ajena, cambiar la cerradura, pinchar el suministro y vivir sin pagar un duro de alquiler. Naturalmente protegido por la legislación, es una avanzadilla de ese mundo más justo que Podemos pretende alcanzar. En Cataluña, tierra de grandes esperanzas, el héroe okupa campa a sus anchas.

Paella estilo Honecker. Receta misteriosa elaborada por el ministro de Consumo, Alberto Garzón. No se conocen bien los ingredientes, pero sí su espíritu: debe cocinarse portando una sudadera conmemorativa de la República Democrática Alemana.

Refugio climático. Gran hallazgo de la alcaldesa de Barcelona, Inmaculada Colau. Ante la emergencia climática y el fin del mundo, consiste en clavar un cartelito bajo un árbol que indica, para los despistados, que se encuentran en un salvífico «refugio climático». Vamos, a la sombra.

Señoro. Lo contrario al hombre blandengue, al hombre que ha asumido su culpa antropológica y va por ahí portando la bolsa de la compra y abominando de su propia naturaleza. Un señoro es un anacronismo empecinado, se resiste a cambiar, sigue luciendo corbata, toma copas con otros hombres y abre la puerta a las mujeres en los restaurantes.